Psicodiagnóstico
Hasta mañana se podrá ver en Naves de Matadero, Corps Noir, el sorprendente unipersonal del creador canadiense Stéphane Gladyszewski, que utiliza el vídeo térmico para hacer un exorcismo, una autoconfesión psicodélica
Texto_OMAR KHAN Foto_NICHOLAS MINN
Madrid, 31 de mayo de 2019
De entrada el escenario asemeja más un frío y enigmático laboratorio que una escenografía. Objetos, aparatos y máquinas dispuestos en el espacio van siendo manipulados e intervenidos gradualmente por Stéphane Gladyszewski en su unipersonal íntimo Corps Noir, estrenado anoche en la Nave 11 de Matadero de Madrid y en cartel hasta mañana 1 de junio. En complicidad con la iluminación y el truco visual, el frío y distante escenario va tomando forma poética a medida que el bailarín y coreógrafo (también artista plástico, y esto es importante) despliega sus sorprendentes recursos, que no son pocos ni poca cosa.
Una aparatosa cámara de “proyección térmica” sobre un dolby va lanzando imágenes que manipulan / transforman el escenario y son sensibles a la temperatura, afectando las sombras y el color, pasando así a ser un elemento expresivo relevante e imprescindible de la propuesta. Vídeos manipulados, proyectados en soportes insospechados, imágenes lanzadas desordenadamente sobre el cuerpo desnudo del artista, sobre una pantalla o sobre una sábana sacudida empujan al espectador por un viaje vertiginoso cuyo destino final es una delirante experiencia cercana a la vieja psicodelia que juega con la luz, nuestra percepción y los engaños ópticos, en un despliegue formal sorprendente (ese acuario, esa naranja incandescente, esa fantasmal figura femenina que le acompaña en el momento climax, esas sombras misteriosas, esa imagen suya de lágrimas negras que a veces parece un desesperado cuadro de Francis Bacon…).
Viaje psicológico
Pero no hay que engañarse. Todo este despliegue no es simplemente un derroche de tecnología e ingenio. No es una instalación plástica ni un experimento térmico. Son los recursos narrativos –tremendamente ingeniosos y novedosos- que el artista usa para articular una confesión íntima. Son el vehículo que nos lleva sin prisa pero sin pausa hacia los recovecos de su alma, hacia los rincones más siniestros y dolorosos de su propia persona en un exorcismo donde los espectadores terminamos emocionalmente involucrados. El gran hallazgo de Corps Noir reside en los caminos visuales, plásticos, tecnológicos y psicológicos que Stéphane Gladyszewski ha escogido para meternos en su agitada interioridad.
En el proceso de creación el coreógrafo canadiense se sometió al Test de Roscharch, célebre y cuestionado modelo psicoanalítico que a través de la manera en que el paciente describe unos dibujos abstractos hace un psico-diagnóstico de su personalidad. Los resultados concluyeron que tenía “un personalidad obsesiva con tendencia a la dispersión” pero las conclusiones del test clínico fueron entonces transformadas en una dramaturgia que acentúa la relación compleja con su padre, quien a modo virtual, es el coprotagonista de Corps Noir, obra sorprendente de verdad, que tiene como punto de arranque una introspección y la voluntad de una confesión personal.
Stéphane Gladyszewski, hijo de un músico polaco, es parte activa del muy estimulante paisaje de la nueva danza de Quebec. Viene del mundo de la fotografía pero se interesó pronto por el movimiento y comenzó entonces a trabajar para Daniel Leveillé Danse. En su obra personal se ha mostrado interesado por la luz como elemento expresivo, las imágenes como recurso y su propio cuerpo (físico, psicológico, intelectual) como soporte y lienzo de una aventura psicodélica por su propia psique. Al menos así queda demostrado en esta poética y a su manera bella creación que es Corps Noir.
