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Una visión de la danza norteamericana en la Era Trump

 

La directora del legendario American Dance Festival ha venido a España invitada por el Certamen Coreográfico de Madrid y hemos querido hablar con ella sobre la danza que se hace hoy en América. No suena muy alentadora.

 

Texto_OMAR KHAN Foto_MARTA BAEZA

Madrid, 29 de noviembre de 2018

El Certamen Coreográfico de Madrid, celebrando hasta el próximo domingo 2 de diciembre su 32º edición en el Centro Conde Duque, ha traído como miembro del jurado a Jodee Nimerichter, directora artística del legendario American Dance Festival (ADF), toda una institución de la danza americana con 85 años de permanencia, que lleva convocando cada verano en Carolina del Norte una amplia selección de danza nacional e internacional. Aunque lleva las riendas del prestigioso evento desde 2012, Nimerichter ha estado vinculada a esa casa desde 1992, lo que le ha dado una visión muy cercana y amplia de toda la danza que se hace y se ve en América. Sobre estos asuntos y algunos otros hemos querido conversar con ella. Esta visita refuerza la decidida y amplia alianza que el Certamen Coreográfico de Madrid ha mantenido con el prestigioso festival americano. Duerante muchos años uno de los premios más relevantes del concurso madrileño ha sido la visita del condecorado/a a este evnto que cada verano se celebra en Carolina.

 

Estados Unidos nos dio la Modern y la Posmodern Dance ¿Qué cree usted que aporta hoy la danza americana al mundo?

Cada arte tiene sus altos y sus bajos. Ahora mismo creo que no hay gran novedad. Quizá muchos de los creadores jóvenes americanos piensan que son muy novedosos pero tienen desconocimiento del contexto y del pasado, y no terminan de entender que lo que hacen no es tan innovador como creen. No sé si abren nuevos territorios pero hay asuntos como la diversidad cultural que son temas muy candentes en la América de hoy. Hay mucho diálogo y reflexión.

Y concretamente ¿cómo se manifiesta?

Tenemos el país hecho un lío y todo está muy polarizado. El año pasado quisimos hacer un programa dedicado a alumnos del ADF, y seleccionamos un comité seleccionador muy equilibrado de cinco mujeres y cinco hombres, con representación afroamericana y de diversas tendencias sexuales. Debían ver cientos de trabajos para escoger cinco pero cuando los visionaban no sabían quiénes eran los autores. Escogieron cinco piezas creadas por hombres y nos llovió todo tipo de críticas y reproches. La pregunta es si debimos escoger dos hombres, dos mujeres, dos homosexuales y dos afroamericanos por encima de la calidad de las propuestas. Es complejo… si como nación decidimos que lo que es importante es la equidad, uno se pregunta qué es lo justo… ¿hay que incluirlos aunque no sean buenos? Es el gran debate ahora mismo. Yo creo en la igualdad pero al tiempo me pregunto si todo el arte es igual. En campos como la medicina no hay duda, se escoge al mejor cirujano sea blanco, mujer, hombre, negro o gay. Si hablas de arte, esto se complica muchísimo.

En la era Trump se habla mucho sobre política, cambio climático, inmigración, metoo o igualdad pero poco sabemos de la danza. ¿Qué pasa con la danza americana en esta administración?

Yo sigo esa creencia de que en los tiempos turbulentos es cuando salen las grandes obras de arte. Quizá lo único que aporta Trump a la danza son los tiempos turbulentos que permitirán esas grandes creaciones. Yo no he visto nada positivo en este gobierno y creo que Trump no ha visto una pieza de danza contemporánea en toda su vida. Lo que sería equivalente a los Premios Nacionales de Arte se dan en una gala en el Kennedy Center a la que es tradición que acuda el Presidente a darlos. Trump no ha ido nunca.

Decía la coreógrafa Lucinda Childs que Estados Unidos hoy no es un buen lugar para la creación porque la cultura del dinero ha arrasado con la creatividad. ¿Es eso cierto?

Lo económico es un asunto difícil para la creación en Estados Unidos. Para ser justos hay que decir que siempre ha sido así. Hoy hay muy pocas compañías jóvenes y los coreógrafos trabajan por proyectos. Los pocos programadores que trabajamos no damos abasto para tanta gente que quiere ser programada. Y los programadores tampoco se arriesgan y van a lo seguro. No hay subvenciones y eso hace que todo sea más difícil y complicado. Se habla mucho de que el sistema se ha roto y la pregunta importante es ¿cómo lo arreglamos?

Y los jóvenes creadores abordan en su danza esta problemática social que vive el país?

Sí, hay muchos que lo hacen. Podría citar a coreógrafos comprometidos como Camille Brown, Marjani Forte o Sean Dorsey.

Muchas compañías europeas aseguran que no conectan ni encajan con el público norteamericano…

Seré sincera. Hasta cierto punto creo que hay una diferencia entre lo que se hace en Europa y lo que se produce en Estados Unidos. No es que no tengamos propuestas de vanguardia. Vas a Nueva York y lo puedes ver, pero se trata del público de Nueva York que sin ser muy amplio, es muy fiel, pero si llegas a Carolina del Norte lo que no se programa en el festival, no se ve en todo el año. Así que la vanguardia y las nuevas corrientes no son muy accesibles. El interés de la comunidad local va creciendo paulatinamente y es la labor que estamos haciendo. Hace dos años programamos a Trajall Harrell con su creación París is Burning. No era fácil, la gente se quedó un poco desorientada pero todavía hoy se sigue hablando de ello, tuvo una repercusión. A muchos de entrada no les gustó pero aún hoy la siguen procesando.

¿Cuál cree usted que ha sido su aportación al ADF?

Uno de los aspectos más asombrosos del festival es el intercambio creativo internacional que se produce. Compartir ideas, trabajar juntos y hacer colaboraciones con creadores de todo el mundo, hacer posible este intercambio, es de los aspectos más relevantes. Ofrecer apoyo para que los artistas explosionen y sean capaces de crear es un factor importante para mí. En ADF tenemos el lema de no preguntar ¿por qué? sino decirnos ¿por qué no? También he intentado crear e impulsar la comunidad local.

¿Qué línea de programación sigue?

La línea de programación intenta abarcar un rango muy amplio de estilos y tendencias. Nuestra línea es no tener definida una línea sino abarcar de lo más grande a lo más pequeño, de lo consolidado a lo emergente. Mi trabajo básicamente consiste en ver lo que hay y buscar los mecanismos para agruparlo. Es difícil porque hay que mostrar en conjunto un amplio rango de voces individuales y debe haber algo para todo el mundo, para todos los gustos. No se trata de lo que me guste a mí sino de lo que interesa a la gente.

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