La peripecia de Anya
Se ha estrenado en el Teatro Coliseum, de Madrid, el musical Anastasia, que se hace eco, en forma de espectáculo con canciones y coreografías, de la leyenda urbana sobre la supervivencia de Anastasia, la hija menor del último zar de Rusia.
Texto_OMAR KHAN Fotos_JAVIER NAVAL
En 1994, una decisiva prueba de ADN permitió saber con certeza que Anna Anderson era una impostora. El hallazgo irrefutable derribó una larga y nutrida leyenda urbana que decía que Anastasia, la hija menor de Nicolás II, el último de los zares rusos, había sobrevivido a la ejecución de toda la familia real durante la Revolución Bolchevique. Anderson, que había perdido la memoria en un accidente en Berlín, aseguraba que ella era la verdadera Anastasia. Se abrió entonces un juicio en Alemania para determinar la identidad de la mujer, un proceso que se inició en 1938 y fue cerrado sin conclusión en 1970, siendo considerado el juicio más largo e infructuoso celebrado en el país. Catorce años más tarde, en 1984, Anderson murió quizá creyéndose aún la Gran Duquesa. No fue la única pero sí la más famosa. Numerosas fueron las que intentaron demostrar en vano ser Anstasia.
La historia de la supervivencia de la niña, a pesar de no ser cierta, tenía los aires y elementos perfectos para ser todo un cuento de hadas. Al menos eso pensaron los de Estudios Fox, que lanzaron en 1997 su película de animación Anastasia, una fantasía que fue un gran éxito de público y que aún cuando se movía en las mismas coordenadas de las películas típicas de animación de Disney, ponía las distancias al centrar su relato en medio de hechos históricos verificables y se alejaba de los reinos encantados para desarrollar su acción en dos contrastadas ciudades de los años 20: San Petersburgo, entonces Leningrado, y la bohemia París.
Ahora, a más de veinte años de aquel estreno de cine, Anastasia regresa en forma de deslumbrante musical, al que han podado la fantasía animada de la película (eliminan al malvado Rasputín y su murciélago Bartok y se cargan a la mascota Pooka), lo que la hace una historia más adulta, sólida y creíble, que circunscribe su relato a la peripecia de la joven Anya -que cree tener recuerdos de una infancia en Palacio-, junto a los pícaros caza recompensas Dimitri y Vladimir, que la convencen de viajar de Leningrado a París, donde la abuela de la Gran Duquesa ofrece una recompensa a quien le lleve a su nieta Anastasia. Se estrenó, con éxito, en Broadway el año pasado, y desde esta semana se representa en el Teatro Coliseum, por iniciativa de Stage Entertainment España, que convierte así a Madrid en la primera ciudad europea en representar este musical, que de la película original se cuida en conservar muy especialmente la música, destacando los dos emotivos temas principales: Journey to the Past y Once Upon a December.
La puesta española
Anastasia, el musical, destaca por las eficaces soluciones de su dinámica puesta en escena que avanza trepidante a ritmo cinematográfico, apoyada principalmente en vídeos de alta resolución insertados con precisión en la escenografía convencional, alcanzando momentos climáticos en la espectacular huida en tren, uno de los números musicales más brillantes de la velada, y la explosiva llegada a París que abre el segundo acto. El elenco español acierta en los dos retos, el vocal y el actoral, destacando con el alcance de su voz y su profundidad interpretativa el segoviano Javier Navares, en el papel secundario de Vlad, muy bien secundado por la pareja protagónica: Jana Gómez, emotiva en el papel de Anya, y el risueño y desenvuelto Íñigo Etayo Ochoa, en el rol de Dimitri. Anastasia tiene auténtica vocación de espectáculo. Elenco numeroso, una música emocionante que hace avanzar la narrativa a través de canciones pegadizas, vistosas coreografías y emocionados momentos corales, y una intriga bien resuelta que ofrece una espectacular panorámica de dos ciudades y dos maneras de vivir la vida en los alocados años veinte: la oscura y amenazadora Leningrado del primer acto y la festiva y bohemia ciudad luz del segundo.
