LAGO CONTAMINADO
Triunfó anoche el Ballet Preljocaj con su ‘Lago de los cisnes’ ecológico y anti-capitalista, en el Kursaal, presentado dentro de La Quincena Musical de San Sebastián. Fuimos a verlo y esto nos pareció…
Texto_OMAR KHAN Fotos_J. C. CARBONNE
San Sebastián, 08 de agosto de 2023
Nada más tentador para un creador contemporáneo que montar su propia versión de El lago de los cisnes, quizá porque es un desafío como pocos. Supone un reto superlativo, en tanto que es un ballet muy arraigado en un espectador que, la mayoría de las veces, ya lo supone perfecto, y al que cuesta engañar con adaptaciones e inventos. A día de hoy, versiones hay muchas. Solo unas pocas son verdaderamente innovadoras. En su momento, la del sueco Mats Ek, que imaginó cisnes varones para el Cullberg Ballet, la del británico Matthew Bourne, que la convirtió en un cuento de la posmodernidad o la de Jean-Christpohe Maillot, que la imaginó con un realismo cinematográfico con Los Ballets de Montecarlo, se podrían citar como memorables.
El francés Angelin Preljocaj que, aunque poco conocido por aquí, es toda una estrella en la danza francesa, se suma ahora a esta lista cortita con su versión creada justo después del confinamiento con su potente equipo de Aix-en-Provence (son Centro Coreográfico Nacional francés). Merecida y emocionada ovación recibió anoche su elegante lectura ecológica y anti-capitalista presentada en un abarrotado Kursaal, dentro de La Quincena Musical de San Sebastián, celebrando estos días sus 84 años de permanencia estival.
¿Qué pasaría si debajo de ese lago emblemático hubiese petróleo? es la pregunta que el coreógrafo se hace y elabora la respuesta desde una perspectiva contemporánea e industrial, en la que los padres de Sigfried, en vez de reyes son los dueños de una ambiciosa corporación petrolera, mientras que Odette se nos presenta ecologista y preocupada por el medio ambiente.
Un ballet entretenido
Aunque ingenioso y con un mensaje contundente y hoy más que nunca necesario, El lago de los cisnes de Preljocaj es también amable y tremendamente entretenido, lo que de ninguna manera implica que sea naif o bobo. Por el contrario, no trasgrede ni trastoca la línea narrativa y mantiene todo lo que el balletómano espera: la partitura de Tchikovsky -con algunas licencias de música electrónica-, el acto blanco, el pas de deux y el celebérrimo pas de quatre, pero al mismo tiempo sabe tejer su propia historia sobre estos mismos elementos y nos dibuja un mundo corporativo ambicioso y despiadado, apoyado por unos vídeos en deslumbrantes blancos y negros, firmados por Boris Labbé, que se hacen cómplices de la acertada iluminación y le permiten recrear la atmósfera de este lugar lleno de yuppies sin escrúpulos, que terminan colocando sus máquinas perforadoras y contaminando el lago.
No hay final feliz, desde luego. Una masa negra se derrama sobre el agua y los cisnes mueren contaminados. Sigfried antepone el amor, un asunto personal, a sus principios, que simbolizan aquí un interés colectivo, y por supuesto, pierde. En este sentido, el ballet es coherente con el mundo real, donde las corporaciones y su dinero siempre ganan.
Compañía compacta
No solamente en el segundo acto, el de los cisnes propiamente, que aparece aquí tan bien y bellamente resuelto, sino en todo el ballet, Preljocaj coloca un acento coral y lo llena con su masa de bailarines en cadena, canon o al unísono, lo que procura dinamismo, belleza y elegancia a su mundo corporativo. No sería posible conseguir este propósito si no contara con los bailarines capaces de materializarlo, por lo que es justicia resaltar y subrayar el buen hacer de la compañía, que luce espléndida, muy a pesar de que el trabajo que hacen usualmente no es narrativo. De hecho, han sido pocas las incursiones de Preljocaj en estas prácticas. Hizo en sus inicios un Romeo y Julieta, a la manera de un cómic, y una celebrada Blancanieves, en la que destacaba aquella bruja dominatrix vestida por Jean-Paul Gautier. De resto, obras personalísimas, más bien tirando a abstractas.
Dos españoles brillaron con luz propia anoche en los roles principales. Isabel García López demostró ser mejor cisne negro que blanco, en una interpretación en cualquier caso destacable y el murciano Víctor Martínez Cáliz supo engrandecer a Rothbard como ese villano corrupto de las altas esferas corporativas. Verdaderamente brillante, el italiano Leonardo Cremaschi con un Sigfried felino, impecable en la técnica pero creíble en las emociones, al tiempo que Betrice La Fata y Elliot Bussinet supieron aprovechar el inesperado protagonismo que Preljocaj otorga a estos personajes, que son más bien circunstanciales en el original.
El lago de los cisnes, de Preljocaj, que ya se había visto en Madrid, volverá la próxima temporada el Teatro de la Maestranza, de Sevilla, en febrero de 2024.