¿REVISAMOS ESTO?
Sergio Suárez está enojado y ha decidido hacer añicos las categorías de género, en su propuesta ‘La revisión’, que se presenta hoy dentro del Festival 10 sentidos, de Valencia. Lee sus reflexiones...
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Valencia, 13 de mayo de 2023
“Seguimos matando a Carmen por puta e insumisa. No sé cómo no se nos cae la cara de vergüenza. Yo misma he bailado siete producciones sobre el personaje de Mérimée, dando ese mal ejemplo, como también que Giselle siempre se muera. Desde la escena estamos educando sin admitir diversidad, pero hay que acercar otro tipo de realidades”, expone el coreógrafo y bailarín Sergio R. Suárez, que esta noche despliega en CaixaForum València, en el contexto del Festival 10 sentidos, su proyección de creación contemporánea La revisión.
La propuesta exhorta a reflexionar sobre la construcción de los códigos de representación en materia de género del lenguaje de la danza española y el flamenco. Su investigación la ha llevado a la conclusión de que ambos géneros no son una excepción en el sesgo de género, también tienen muy marcados los arquetipos de masculino y femenino el ballet y la danza contemporánea.
“Me muevo desde la necesidad de romper con la normatividad, de arrastrar lo hegemónico hacia los márgenes. Porque es hora de colectivizarnos en nuestro dolor y en nuestra rabia, de dejar de cuestionar nuestras identidades y empezar a cuestionar lo que nos rodea; de utilizar de forma fehaciente el cuerpo como herramienta de expresión, y no sólo de ejecución; de olvidar la neutralidad y funcionar desde la empatía; de abandonar la idea de igualdad y visualizar un enorme abrazo a nuestras diferencias, que no supongan, sin embargo, un motivo de discriminación”, se explaya Suárez en la motivación que hay tras su trabajo, que ha desarrollado junto al colectivo de jóvenes creadoras del que forma parte, La Basal.
La danza no permanece aislada del influjo social: el también dramaturgo, no solo percibe sesgos de género en las diferentes disciplinas, sino también en cuestiones de raza y diversidad funcional. Tanto en la danza española como en el flamenco, los códigos de baile para las figuras masculina y femenina son muy concretos.
“La mirada tanto en la danza contemporánea como en la clásica gira alrededor de la figura masculina. Todo el poder de la figura de representación recae en el hombre y hay una subordinación de la mujer. En el contemporáneo sucede igual y es más peligroso, porque a pesar de ser más actual, no está exento de este tipo de comportamientos”, plantea el bailarín.
Hay que ser hombre
Su cuestionamiento no solo se extiende al ámbito profesional, sino también al pedagógico. Suárez recuerda, todavía con estupefacción, ciertos comentarios dirigidos a sus compañeros y a él mismo durante su formación artística en danza, tanto profesional como en el grado superior: “Dentro del escenario teníamos que ser hombres, como si se fuera menos hombre por una orientación sexual no normativa. Se espera de mí que sea malo, más macho y más cabrón. También he visto cómo mis compañeras han sido supersexualizadas a través del movimiento. Es algo que está muy presente en la educación y marca muchísimo, porque reproducimos esos comportamientos y en un espectáculo, al marica y a la machorra no los van a querer. La conclusión a la que he llegado es que nuestra profesión es precaria no solo económicamente, sino también en valores”.
Es la primera vez que el creador desarrolla un site-specific fuera del acto escénico. Esta tentativa ha estimulado su creatividad, puesto que el espacio de representación no le permite disponer a la audiencia a la italiana. La audiencia estará, por tanto, distribuida de manera circular, en una ruptura estimulante de la la cuarta pared donde no dispone de grandes elementos escénicos para apoyar la dramaturgia.
En los últimos años hemos tenido un buen puñado de ejemplos sobre las tablas donde se han abordado las cuestiones de género desde una perspectiva muy binaria, con bailarines que se movían como mujeres y bailarinas que lo hacían como hombres. La intención del coreógrafo en La revisión es romper las categorías.
Este espectáculo unipersonal,de hecho, empezó siendo pura terapia. Suárez ha trabajo la sensación de ridículo como materia compositiva a fin de realizar una denuncia. No obstante, más que denunciar, lo que plantea es abrir una conversación sobre cómo reproducimos comportamientos sin cuestionarlos.
“Ya tenemos asumido que vivimos en una sociedad patriarcal que imprime limitaciones al lenguaje coreográfico. La conclusión a la que he llegado tras mi estudio es que no podemos quedarnos ahí: hay que seguir cuestionando y llegando a conclusiones”.
