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LOS DESAFÍOS DE JAVIER AROZENA 

El inquieto creador canario ha comisariado, junto a Natalia Álvaez Simó, la exposición 'Este puede ser el lugar', en el TEA Tenerife. Pero se trata apenas de uno de sus proyectos. Nos ha contado éste y todos los demás…

 

Texto_ESTHER MORALES Fotos_JUBAL BATTISTI /JOAQUÍN PONCE DE LEÓN

Tenerife, 26 de marzo de 2023

Este puede ser el lugar. Performar el museo da título a la exposición que, hasta el 28 de mayo, presenta el TEA Tenerife Espacio de las Artes. En ella, una extensa lista de artistas de la escena irrumpe en las salas del museo -a modo de coreografía-, con piezas sacadas de su contexto original. ¿El objetivo? Recalcar y revisionar las fricciones y puntos de encuentro entre la institución museística y las obras de referentes como Pina Bausch, William Forsythe, Lucinda Childs, Bob Fosse, Angelica Liddell o Heidi Bucher. Todo un reto planteado por dos canarios: Natalia Álvarez Simó, directora artística del Centro Cultural Condeduque, de Madrid, y el creador Javier Arozena, los comisarios que han dado forma a la muestra.

Pero es apenas uno de los múltiples proyectos en los que se encuentra inmerso Arozena, que actualmente compagina sus distintas facetas como curador, intérprete y coreógrafo al frente de la compañía que lleva su nombre, Javier Arozena Cía.

¿Cuál es el germen de esta exposición?

Surgió del director artístico de TEA, Gilberto González, que decidió juntarnos a Natalia Álvarez Simó y a mí. Nos comentó que también iba a comisariar otra muestra sobre escultura [Lo que pesa una cabeza, en torno a la Exposición Internacional de Escultura en la Calle de Santa Cruz de Tenerife (1973)]. Era un proyecto que hacía tiempo que él quería hacer y, tras mucho intercambio de informaciones, las dos exposiciones se abrieron al público el mismo día. Uno de los temas que planteamos son las fricciones con el propio museo: por qué las artes escénicas no están de forma más activa en los archivos y colecciones de los museos. No queríamos una exposición de danza como tal, sino poner de relieve la posibilidad de que las artes vivas estén presentes en los relatos de las exposiciones.

¿Cuál ha sido el criterio en la elección de piezas y artistas?

La gran mayoría de artistas surgieron en esa primera conversación con Natalia. Empezamos a buscar cuáles eran los puntos en común, no solamente sobre las piezas, sino sobre las formas de exponer. Por ejemplo, tenemos una instalación en la que se proyecta Café Müller, de Pina Bausch, que está en diálogo con un trabajo de La Ribot, que son una serie de sillas dispuestas para ser leídas. Normalmente, en el espacio escénico, es la silla la que ancla al espectador. En este caso, es la persona visitante la que manipula esa silla y se produce como una relación de coqueteo o de baile que no se siente en el teatro.

Uno de los retos de la museografía es potenciar la interacción con el público. ¿Han llegado las artes vivas al museo con la solución? 

Es un cúmulo de factores. Es cierto que TEA lleva tiempo cuestionando las formas de musear. Por nuestra parte, proponemos una exposición en la que no exigimos, pero sí pedimos un compromiso y una disposición. Por ejemplo, tenemos unos bocetos de Lucinda Childs que se compaginan con el sonido de los pasos de los bailarines. De alguna manera, se pide al espectador que imagine cómo es la ejecución de la pieza. También figura una escenografía de El Conde de Torrefiel sin ningún valor de mercado, con la que nos preguntamos qué ocurre cuando la expones y, de repente, se convierte en una instalación de arte solo porque el museo la valida.

Algunas de las artistas seleccionadas para la exposición han estado también presentes en el ciclo de artes vivas, ‘Por Asalto’, que comparte espíritu con la muestra. ¿Cómo está siendo la experiencia de impulsar este proyecto?

El proyecto de ‘Por Asalto’, que ya está en su segundo año, comparte mucho con esta mirada. La experiencia está siendo muy enriquecedora, tanto para mí como para el museo, que está aprendiendo a coexistir (desde la naturalidad) con lo escénico, sin tener que montar un teatro en sus salas.

 

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El museo como escenario tiene también una interpretación desde lo espacial, que coincide con la línea que lleva como creador en Javier Arozena Cía. ¿Cómo surge la compañía que lleva su nombre? 

La compañía surge junto a Gino Senesi, mi compañero en la vida y en el trabajo, durante el confinamiento. Recientemente, había dejado de trabajar con la [hoy extinta] compañía LAVA y estaba un poco expectante sobre qué sería lo siguiente. No había pensado nunca en coreografiar. Yo llevaba una vida muy tranquila como intérprete, pero nos dimos cuenta de que nos unía ese gusto por lo espacial. Es el lugar donde nos sentimos cómodos: entendemos los espacios de forma similar, somos muy sensibles a ellos, los escuchamos y los interpretamos.

Una de las propuestas más recientes de la compañía es Double Bill. ¿Cómo fue el proceso de aunar dos piezas independientes y hacer que funcionaran?

Fue un cúmulo de casualidades. Nos hicieron una propuesta de un programa de una noche y estábamos, por un lado, en el desarrollo de Der Held, que ya venía de la pieza anterior, Schwanengesang. Pero también estábamos poniendo la mirada en un trabajo nuevo, Pausa Azul. Optamos por juntar estos dos trabajos porque son procesos que se han ido construyendo muy en paralelo. Además, a pesar de que queremos a las piezas como nuestras criaturas, no tenemos ningún pudor en transformarlas.

Además de su labor como comisario y creador, también ejerce como intérprete en Dance On. ¿Qué le aporta cada una de las piezas de este puzzle?

Yo no me dedico solo a la danza. De hecho, me interesa todo. Dance On, por un lado, es un lugar maravilloso, aunque es una pena que sea necesario. Que tenga que existir una compañía para gente de más de 40 significa que hay un problema con la edad, con los cuerpos y que la sociedad no está preparada para dar continuidad a unos artistas que están explotando. Pero me gusta porque es un espacio de tranquilidad donde nadie me dice “usted ya está mayor, usted no es válido”. 

¿Qué es lo próximo?

Mi intención es seguir desarrollando proyectos que merodean el entorno de lo escénico, las artes vivas y las artes plásticas. Quiero trabajar de forma calmada, sin entrar en esas cadenas productivas que lo aceleran todo demasiado. Durante 2023 y 2024 vamos a desarrollar una investigación de lo que va a ser un nuevo proyecto, que por ahora se llama La pieza porvenir. Nos enfrentaremos a los archivos que son los cuerpos, para indagar sobre quiénes somos, de dónde venimos o cuáles son las raíces de folklore propias. Y, evidentemente, seguiré trabajando con todo lo que vaya viniendo. Me gusta estar en la acción. En la reflexión y en el pensamiento, pero desde la acción.

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