SOMOS POLVO DE ESTRELLAS
‘Ina’, que supone la alianza entre los creadores de Tenerife Paloma Hurtado y Daniel Morales, llega esta noche a Teatros del Canal. Quisimos saber las motivaciones de este dueto cósmico y esto nos contaron…
Texto_OMAR KHAN Fotos_LUCA LORENZO SALA
Madrid, 22 de febrero de 2023
“Después de ese momento de tantas restricciones que fue el confinamiento, quisimos volver el tiempo de pandemia en algo aclarador y agradable, queríamos viajar a un lugar donde reconectar, no hablar ni bailar tragedias, sino hacer algo desde el amor más absoluto”, nos relataba esta mañana en Teatros del Canal el bailarín y creador canario Daniel Morales, que hoy estrena en Madrid -con función adicional mañana-, la coreografía Ina, que montó a cuatro manos con Paloma Hurtado, también intérprete y coreógrafa. “Entonces vino el universo como inspiración”, prosigue, “que nos permitía abrir un espacio onírico, de ensoñación, que colindaba con la ciencia ficción y nos hacía reafirmar esa idea de que somos polvo de estrellas”.
La luz solar y la igual de intensa que cada humano tenemos dentro iluminan metafóricamente la escena de Ina, un espacio no definido, donde hay humo, purpurina, un aro de neón y dos seres que se funden con el cosmos, en la creencia que se pertenecen mutuamente y forman parte de una misma cosa, en lo que podría ser descrito como un viaje en el continuo espacio-tiempo. “En este proceso ha ido mano a mano lo técnico y lo coreográfico, todo a la par, y eso nos fue dando las pautas a seguir, siempre desde la idea del universo, los saltos cuánticos y el tiempo del universo, que es tan distinto al nuestro”, añade a su vez, Paloma Hurtado.
Pero la realidad es que los dos creadores, fuera de su escenario cósmico, viven en Tenerife, donde hay algunas constantes invariables para los artistas. Entre ellas, la precariedad y la falta de recursos para crear. El dinero lo buscaron, claro, pero no hubo receptividad. Y aún así, tiraron adelante. “No conseguimos ni un centavo, pero había tanto deseo de sacarla adelante que salvo alguno del equipo, todos seguimos trabajando. No hubo dinero para la producción pero una vez estrenada [en el marco del FAM, festival escénico de Tenerife, en 2021], hemos notado mucho interés por el trabajo, y eso sí que ha sido un regalazo”, nos relata Hurtado.
Horizonte alentador
No obstante, aseguran convencidos, que la danza canaria actual tiene en frente un horizonte alentador. “Va sin prisa pero sin pausa”, opina Morales, “se van consolidando cimientos institucionales, al menos en las islas mayores”. Lo que sí es un hecho, es que hay una comunidad de la danza, cada vez más amplia. “El problema es que artistas somos muchos y falta escaparate para tantas visiones”.
Quizá sea por la precariedad, pero la comunidad canaria de la danza es solidaria, diversificada y colaborativa. De hecho, Hurtado, que es andaluza, y Morales, que nació en Las Palmas, han coincidido en Tenerife, y antes de esta colaboración conjunta, que venían soñando desde hace mucho tiempo, llevan años trabajando juntos y por separado en muy distintos proyectos, que van desde el ya legendario y hoy extinto Tenerife Danza Lab, que fue impulsado desde el Auditorio, hasta bailarines para el trabajo de otros. Cada uno, por su parte, lidera además, su propio proyecto.
“Al momento de iniciar el proceso de Ina, me estaba cuestionando el estar instalada en la lucha, la queja, la crítica y la denuncia, que es donde siempre me muevo, pero me había surgido esa necesidad de hablar desde lo constructivo, sin señalar ni juzgar, porque eso también es la vida” comenta Paloma Hurtado, que ahora ha vuelto a esa línea de danza dura, social y preferiblemente de calle, que no quiere abandonar. En diciembre pasado estrenó el solo para espacio público Ahinsa, palabra que en sánscrito alude a lo no violencia y en la que aborda la indefensión del inmigrante, un tema más candente, si se quiere, en Canarias. Y el próximo 17 de marzo, será la premier de Origánica, una coproducción entre la compañía colombiana L’Explose y el Cabildo de Tenerife, donde ella figura como coreógrafa y protagonista, ésta vez junto a su madre, que sube al escenario con ella. “Es una obra que tiene que ver con cuestiones vitales como el origen de la vida”, nos adelanta la bailarina que, además, forma parte del exitoso Colectivo Labranza, donde también colabora Morales.
“Yo es que, antes de la pandemia tuve crisis existencial total y me estaba planteando dejar de bailar pero parece que es verdad aquello de que quien siembra, recoge, porque ahora estoy a tope”, cuenta él, que acaba de estrenar Somnus, una pieza de mediano formato para seis bailarines, que se la produjo en su totalidad el Teatro Cuyás. “Estoy contento porque esto es lo que me permite ser fiel a mi deseo de poner todas mis energías en un proyecto personal y trabajar menos como bailarín para otros”, concluye.
