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PELIGROSA COPPÉLIA

Jean-Christophe Maillot reconvierte el ballet original en metáfora sobre la inteligencia artificial, en esta versión que se verá desde hoy en Teatros del Canal. Hablamos con el coreógrafo…

 

Texto_OMAR KHAN Fotos_PABLO LORENTE

Madrid, 05 de enero de 2023

El currículo del Doctor Coppelius de Jean-Christophe Maillot acredita su paso por Silicon Valley. En su tecno-futurista versión de Coppélia para Los Ballets de Montecarlo, que desde hoy y hasta el domingo se podrá ver en los Teatros del Canal (más tarde, en julio, también el Teatre El Liceu, de Barcelona), el célebre coreógrafo francés decide expresamente renunciar al gesto naif tan característico de este ballet, uno de los títulos más inocentes y queridos del repertorio académico.

Siempre inclinado hacia versiones ingeniosas de los clásicos pero no del todo radicales, Maillot en el pasado ha materializado un Lago de los cisnes cercano al gore, en el que asistimos a la transformación de las doncellas en aves, o una bella durmiente inmaculada y protegida dentro de una burbuja de plástico. Admite que Coppélia nunca le interesó o conmovió ni siquiera como espectador. Pero un día leyendo un viejo libro futurista de ciencia ficción, cambió de parecer. Constató que este clásico del ballet podía ser la oportunidad perfecta para abordar un asunto muy de actualidad que sí que le inquieta.

“En realidad he odiado Coppélia”, confiesa. “No es un ballet que me interese como Cascanueces o La bella durmiente. Tiene una historia encantadora pero no creo que lo más relevante sea el relato ni los personajes sino el hecho de equiparar al humano con un ser inanimado, materializar esa idea de que un objeto tenga voluntad y aspiraciones, que pueda desarrollarse y realizarse como mujer”.

 

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Muñeca futurista

Coppélia, ballet en tres actos estrenado por Arthur Saint Léon con música de Léo Delibes en 1870 en la Ópera de París, supone la antítesis de Frankestein. En su argumento de enredo amoroso, el inventor Coppelius ha diseñado una muñeca tan idéntica a una humana, que el ingenuo campesino Franz, confundido, se enamora de ella poniendo en jaque su compromiso con la humana Swanilda. Desplegado como un cuento fantasioso, es ballet infantil por excelencia.

Pero la realidad de 1870, cuando se creó, dista mucho de la que vivimos siglo y medio después, en 2023, que permite retorcer el mismo relato hacia una historia de terrorífica anticipación futurista si convertimos a Coppélia en un impredecible smart robot. Es lo que Maillot ha hecho y, jugando con la siglas A. I. (Inteligencia Artificial en inglés), la ha reconvertido en COPPÉL-i.A.

“No ocurre todavía pero es bastante posible que en un futuro no demasiado lejano los robots formen parte de nuestras vidas y la convivencia con ellos sea algo cotidiano. Ya existen las muñecas sexuales, que no son más que prototipos, intentos del hombre por hacer seres humanos, por fabricar mujeres a las que no ofendes con nada ni pides permiso para usarlas”, reflexiona el coreógrafo.

“Expresamente he querido huir de la Coppélia original, la muñeca perfecta, joven y bonita que mira por la ventana y quise insertarla en una nueva realidad futurista y profundizar en la dimensión humana que esconde la robótica”.

 

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Matar al padre

Maillot se mantiene fiel a la narrativa pero se mueve en un contexto impersonal, aséptico y tecnológico, un espacio blanco y neutro que, diseñado por la escenógrafa Aimée Moreni, aparece dominado por lo que asemeja ser un gran ojo, probablemente el del vigilante Gran Hermano. “El acto primero es festivo, hay mucho lugar para la danza. El segundo es más complejo, porque tiene algo siniestro y maquiavélico, aunque en realidad lo que más me costó fue dar con el final que, desde el principio, supe que no coincidiría con el final feliz del ballet original. Nuestra Coppélia tiene inteligencia y capacidad emocional. Desde el primer minuto es perfectamente consciente de cuál será el desenlace, sabe que la única salida para ella es la libertad y para ello ha de acabar con el creador”.

Sí. Ha leído usted bien. Aquí Coppélia premeditadamente mata a Coppelius. Para los muy balletómanos esta trasgresión puede ser más ofensiva que transformar a la protagonista en un robot porque supone romper con la inocencia de la coreografía original y destrozar su naturaleza de ballet familiar. Pero la realidad es que Maillot no se muestra en absoluto interesado por el cuento infantil sino por la excusa que le da para lanzar una lícita reflexión sobre los logros y peligros de las nuevas tecnologías.

“Hoy cuando hablamos de Inteligencia Artificial ya no nos referimos a un contexto de ciencia ficción ni fantasmagorías como ocurría hace apenas 20 años. Aunque lo sabemos, a veces vemos la Inteligencia Artificial como algo que no nos compete ni nos afecta, estamos muy convencidos de nuestro libre albedrío. Pero es todo ilusorio, ya estamos conviviendo con la robótica. Con mi ballet no quiero hacer un juicio sobre la Inteligencia Artificial. No la uso como un enemigo a combatir sino más bien como catalizador de las emociones. En el original es una muñeca inanimada, un accesorio, pero aquí es un personaje vivo, que toma decisiones y tiene sentimientos”.

Aunque es entretenida y estéticamente deslumbrante, como casi todas las producciones de Los Ballets de Montecarlo, la Coppélia de Maillot renuncia a ser puro disfrute visual y se esfuerza por hacer llegar a la platea su mensaje, su reflexión sobre una realidad que ya tenemos encima y seguimos sin reparar en los peligros que conlleva.

“La evolución de la Inteligencia Artificial va siguiendo los mismos patrones de la evolución del ser humano. Puede parecer ficción pero la selectividad hecha por algoritmos es una realidad. La robótica ya toma decisiones importantes en nuestro mundo real. Las grandes empresas programan tus gustos, saben lo que prefieres, lo que te interesa y las ideas que tienes. Así es como Netflix te diseña exactamente lo que quieres ver. Hay millones de personas que ya programan y organizan su vida desde el ordenador o el teléfono, y es algo que cuando lo piensas, asusta”.

Pero su COPPÉL-i.A. tampoco es una profecía ni una teoría. Es un ballet y, en consecuencia, no renuncia a la danza con historia de amor, aún cuando está más cerca de la escalofriante visión de la película Her (Spike Jonze, 2014), en la que Joaquin Phoenix encarna a un tímido chico solitario que termina enamorado de una Alexia, la voz sensual de su robot doméstico. “COPPÉL-i.A. me ha permitido explorar una visión contemporánea y actual del amor. Es pura ficción pero ¿podría llegar una autómata a tocar el corazón de un humano al punto de querer casarse con ella? En este sentido, el ballet original es ejemplar de la complejidad que pueden llegar a tener las relaciones, y entronca de alguna manera con los relatos de Petrouchka o Cascanueces”.

 

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Sonoridad electrónica

En los más de 30 años y 60 creaciones que ya lleva Maillot desde que está al frente del potente colectivo monegasco presidido por la Princesa Carolina de Mónaco, abundan sus personales versiones de ballets clásicos, que casi siempre se han apoyado y tenido su punto de partida en la música original. Es de esos coreógrafos obsesionados por la musicalidad de los cuerpos, pero desde el principio sabía que la partitura de Léo Delibes para Coppélia -tan orquestada, rutinaria y convencional-, no le iba a servir. Lo que quería era sonidos electrónicos que apoyaran su adaptación futurista. No solamente pensó en el reputado compositor de Hollywood Danni Elfman, favorito de Tim Burton y autor de las bandas sonoras de filmes como Big Fish, Sleepy Hollow o El planeta de los simios, sino que lo contrató.

Pero tras dos años de trabajo con él, ninguna de las propuestas del reconocido compositor norteamericano logró convencerle y declinó. “No conectamos, no llegó a interesarme ni conseguí lo que buscaba. En realidad lo que necesitaba lo tenía muy cerca y no me había dado cuenta. Mi hermano Bertrand Maillot es músico, ha hecho trabajos para algunas coreografías de la compañía pero nunca para una pieza completa de una noche. Fuimos trabajando las secuencias y las emociones a la manera de Hitchcock. Resultó estupendo porque en tres meses produjimos de manera simultánea, yo la coreografía y él la banda sonora”.

Luego está la danza. Maillot, que siempre se ha considerado un cineasta que se expresa desde el ballet, en COPPÉL-i.A. mueve a sus bailarines por el espacio con su habitual habilidad y destreza para narrar desde el movimiento. Pero sabía que Coppélia, su robot, debería tener un tratamiento único y diferente, así que encargó a Bernice Coppieters, la que fuera su musa, hoy ya retirada de los escenarios, la labor de entrenamiento. “En cuanto al movimiento, me interesaba la progresión de Coppélia desde una máquina al inicio del ballet avanzando hacia su humanización al final. Bernice hizo un trabajo profundo y acertado con las bailarinas que alternan el rol de Coppélia para conseguir ese efecto”, concluye.

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