LA LEY DEL DESEO
Rocío Molina y su equipo, que incluye a Niño de Elche y Juan Kruz, presentan esta noche en Matadero ‘Carnación’, la polémica creación con la que recogió el León de Plata en Venecia. Nos lo contaron…
Texto_OMAR KHAN Fotos_SIMONE FRATINI
Madrid, 03 de diciembre de 2022
“Rocío me llamó y me dijo ‘Estoy haciendo algo que no sé lo que es, una idea loca que es difícil poner en palabras y te necesito para poner orden’. Y de repente me vi involucrado en una investigación sobre ese campo vasto que es el deseo, en una propuesta donde lo humano y lo artístico van de la mano”. Así relataba Juan Kruz Díaz de Garaio Esnaola -ampliamente reconocido por su labor al lado de Sasha Waltz, en Berlin-, su entrada como co-director al proceso de Carnación, el trabajo con el que la cada vez más inclasificable creadora Rocío Molina (Málaga, 1984), fue a legitimar el León de Plata 2022, el prestigioso galardón que este año le ha otorgado la Bienal de la Danza de Venecia.
El equipo al completo presentó el pasado jueves el estreno madrileño de Carnación, que desde esta noche y hasta el 08 de diciembre estará exhibiéndose en la Sala Fernando Arrabal de las Naves del Español en Matadero. “Sí. Es difícil de comentar”, corroboraba esta innovadora del flamenco que ha ganado prestigio internacional en las plazas más exigentes de la vanguardia europea. “Partimos del deseo, un concepto que conocemos pero no comprendemos. Está sujeto a la ética y el ideal de cada persona. Todos identificamos lo que queremos en lo nuestro, en lo del otro, en lo que nos da miedo, lo que nos atrae… y todo este equipo entró en esa confusión y descubrimos en el juego que el deseo era también una forma de estar cuidándonos. Este proceso ha sido un abrazo colectivo que nos ha marcado, nos ha ahogado, y nos ha hecho frágiles de muchas formas”.
La obra, en la que interviene en el cante Niño de Elche y la violinista Maureen Choi, ha sido coproducida por la bienal italiana, el Festival Grec 2023, el Teatro Español y la Bienal de Flamenco de Sevilla, donde se vio el pasado octubre, no sin polémica, lo que confirma que Molina está cada vez más liberada de las ataduras y estereotipos de lo que supone ser una bailaora en el sur.
Lejos de la danza
Con el aplomo de costumbre, Rosalía Gómez la definía en su crítica para El Diario de Sevilla como “obra performativa, fragmentaria y quizá pretendidamente caótica”, destacando que en esta creación una Molina liberada “se aleja del flamenco y en gran medida también de la danza”. Pero en el otro extremo del espectro, desde la radicalidad de cierta pureza siempre reclamada por un sector sevillano para su Bienal, Sara Arguijo, de la revista especializada deFlamenco, lo que destacaba era: “Ha sido esta noche la primera en la que se han oído abucheos en la Bienal y gritos de gente preguntando que el baile pa cuándo”.
No hay casi nunca medias tintas ante el trabajo de Molina, que suele incitar al desconcierto. Lo que nadie puede negarle es su apuesta decidida por la innovación y la ferocidad de su baile, que es omnipresente, aunque no se mueva. “Esta pieza no se ha concebido desde los conceptos de coreografía, danza contemporánea, flamenco ni nada de eso”, se defendía cautelosa sobre esta creación tan cercana a la performance. “Nos desapegamos de todas las formas. Recuerdo que le preguntaba con frecuencia a Juan si él creía que yo estaba bailando”.
Seguro que para Juan Kruz sí que bailaba. Pero, por lo visto, para una parte del público de su tierra andaluza, no tanto. “Es difícil que el público pueda sentir todo lo que sentimos haciéndolo pero si entra al espectáculo sin prejuicio, es bastante probable que salga de alguna forma metamorfoseado”, discernía Niño de Elche, otro artista fuera de cualquier casilla, que aquí acompaña a Molina mucho más allá del cante. “No pretendemos que salgan distintos pero si ocurre un cambio muy pequeño en su mirada sobre la sexualidad, por ejemplo, eso ya sería toda una revolución”.
