CONRAD, MEDORA & JOSÉ CARLOS
La versión de ‘El corsario’, de José Carlos Martínez, llega este sábado a Granada y la semana que viene a Murcia, bailada por el Ballet Nacional de Eslovenia. De este montaje (y de otros) hablamos con el coreógrafo murciano…
Texto_OMAR KHAN Fotos_DARJA STRAVS TISU
Madrid, 30 de junio de 2022
La respuesta a los que se preguntan dónde está ahora José Carlos Martínez es complicada. Resumiendo, podría decirse que simultáneamente está en Liubliana, Zagreb, Estocolmo, Tallin y Roma. Más fácil resulta decir que está haciendo: principalmente montando El corsario. Su versión de este título del repertorio, muy conocido pero poco representado, ha despertado verdadero interés en casas de ballet de lo más distintas, tal vez porque la de Martínez es la lectura respetuosa esperada por muchos aficionados, esa que se desprende de todo lo que sobra y magnifica lo realmente esencial: el amor entre el bandolero Conrad y la esclava Medora.
“Cuidado con El corsario, que tiene mucha agua” le advertía irónicamente el director musical del Ballet de la Ópera de Roma, donde montó su versión por primera vez hace un par de años, justo coincidiendo con el estallido de la pandemia. “Lo he agilizado y sintetizado, lo he llevado de tres a dos actos porque lo sentía largo, incluso como público me cansaba”, justifica el coreógrafo murciano. “Tiene una dramaturgia complicada, es un ballet muy largo y muy bailado, se convierte en realidad en una demostración técnica. Es repetitivo y se queda plano. El original está para apreciar la técnica de grandes intérpretes pero yo lo que quería era contar la historia”.
No imaginó el interés que despertaría su agilizada versión de este ballet trepidante de piratas, bandoleros, corsarios, tráfico de esclavas y pachás malintencionados, que Marius Petipa y Jules Perrot popularizaron en 1858 con el Ballet Bolshói. José Carlos Martínez les ofrecía su versión de El Quijote, el primer ballet clásico que montó cuando era director artístico de la Compañía Nacional de Danza (CND), donde permaneció de 2011 a 2019, pero todos lo que querían era su corsario.
La Ópera de Roma lo repondrá próximamente con el aliciente de que la estrella argentina Marianela Nuñez asumirá el rol de Medora. En diciembre de este año lo estrenará con el Ballet de Estonia y en 2023 lo tendrá el Royal Swedish Ballet, con una producción totalmente nueva. El Ballet Nacional de Eslovenia, que dirige el italiano Roberto Zanella, también lo quiso. Lo estrenó en Zagreb y será con esta compañía con la que podremos verlo en España estos días. Se bailará el próximo sábado en el imponente Teatro del Generalife, de La Alhambra, dentro de la oferta del Festival de Música y Danza de Granada, y en la tierra natal del coreógrafo, en el Auditorio Víctor Villegas, de Murcia, los días 07 y 08.
“El argumento es difícil de comprender, así que pensé que había que limpiar y quedarse con lo esencial porque tiene muchas escenas que nada aportan. Para mí todo empieza en la Plaza del mercado, que es donde Conrad y Medora se ven por primera vez. Ese el centro de la narración. Quito todo lo superfluo para fortalecer el amor”.
Ritmo frenético
Dice que haciendo el mismo ballet para tantas formaciones diferentes se siente a veces como un repetidor de sí mismo. Pero es obvio que se divierte. “La CND fue trabajosa y complicada pero ahora estoy donde más me gusta, en el estudio. Con la Giselle que hice para Zagreb he tenido tiempo, he ido a fondo y he podido sacar lo mejor de los bailarines, estando liberado de la gestión”.
Eslovenia ya se ha interesado por esta Giselle y con ellos la estrenará el año próximo. Y es que poco a poco a José Carlos Martínez se le está identificando como el creador de nuestro tiempo que tiene ingenio para montar grandes ballets del pasado atendiendo a la sensibilidad de hoy. No los traiciona ni los reforma. Los actualiza. “No son reconstrucciones históricas, está adaptado”, puntualiza, “pero tienen todo lo que el gran público espera, todos los momentos icónicos están, aunque en El corsario haya cambiado de sitio el famoso pas de deux, porque me venía mejor”.
Martínez no sabe parar. Lleva un ritmo frenético. A esta cadena de creaciones con compañías relevantes, se suma que acaba de montar una versión para ballet de La Favorita, de Donizetti, con la Escuela del Royal Swedish, previo a su Corsario con esta compañía, mientras que en Japón le esperan para unas clases magistrales que ya son habituales. Sigue organizando sus ya tradicionales Galas de la Danza y hace poco, por segunda vez estuvo como jurado del Grand Prix de Lausanne, certamen que él mismo ganó en 1987 y le abrió las puertas que le llevaron a convertirse en Estrella del Ballet de la Ópera de París. “El Prix, como la sociedad, ha evolucionado y ahora más que una competición es un acompañamiento. No hay eliminatorias hasta el final, con lo cual todos aprovechan las actividades. Gestionan ayudas a los que no llegan, tienen un meeting con cada participante, y abrieron un apartado coreográfico. Claro que te tienes que mirar 140 variaciones, pero de lo que se trata es de ayudar a estos jóvenes. El Prix cambió mi vida…”
