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MONTPELLIER CONSAGRA A PONTUS LIDBERG

El célebre festival francés apostó por el joven sueco, director de la Danish Dance Theatre,  que recibió anoche una ovación que parece ponerlo en la ruta del estrellato. Allí estuvimos y así lo vimos…

 

Texto_OMAR KHAN Fotos_BÜRE JANTZEN

Montpellier, 20 de junio de 2022

El prestigioso Festival de Danza de Montpellier dispuso sus mejores recursos para él. Colocó anoche a su compañía, la Danish Dance Theatre, de Copenhague, en su recinto de mayor relevancia, la Ópera Berlioz de la ciudad francesa. Puso a su disposición a la Orquesta National Montpellier Occitanie que, magistralmente interpretó a Kurt Weill para su coreografía sobre Los siete pecados capitales (en las fotos) y le apoyó y arropó en el estreno mundial de Roaring Twenties. En definitiva apostó a ganador por el ascendente coreógrafo sueco Pontus Lidberg (Estocolmo, 1977).

Que un festival de referencia internacional como Montpellier tenga deferencias de esa magnitud para con un artista joven que debuta en su escenario, significa que ha sido el escogido para ser puesto en la senda del estrellato. Su nombre se suma ahora a esa especie de eclosión de talentos nórdicos que viene despuntando, entre los que cabría citar al noruego Alan Lucien Øyen y al holandés Jefta Van Dinther, quien justamente volverá aquí los días 1 y 2 de julio para clausurar el festival con el Cullberg sueco, agrupación con la que consiguió su vertiginoso ascenso.

Lidberg, que es bailarín, coreógrafo, cineasta y médico, demostró ayer su versatilidad en un doble programa muy contrastado conformado por la puesta en escena, a la manera de una ópera con danza, de Los siete pecados capitales, la que fuera la última colaboración entre Kurt Weill y Bertold Brecht, y el estreno absoluto de Roaring Twenties, una obra retro-nostálgica de enorme belleza formal. En Madrid lo conocimos hace poco. Trajo a la Danish Dance Theatre a Teatros del Canal para bailar la muy futurista Centaur, su reflexión sobre la Inteligencia Artificial, dentro del ciclo Canal Connect, de danza y tecnología. Son todas obras muy distintas entre sí, lo que habla de la variedad de intereses y motivaciones que impulsan al creador sueco.

 

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Una ópera y una coreografía

Bajo un impresionante decorado simétrico que exagera la perspectiva, ideado por el artista plástico Patrick Kinmonth, el coreógrafo reinventa Los siete pecados capitales, una obra que ya en su momento Pina Bausch convirtió en coreografía. En su caso, no intenta imponer la danza y sigue los modos y usos de la ópera con apoyo coreográfico y guiños al cabaret. Desarrolla cada pecado identificado con un color, una danza y una ciudad americana, en episodios del tipo gula-amarillo-jazz dance-Philadelphia, para narrar la peripecia de unas hermanas gemelas que recorren América siendo tentadas por un pecado distinto en cada ciudad.

Ingenio no le falta. Detalles como el tutú de bananas, el empleo de muñecos como réplica de los personajes, el recurrente uso del travestismo y una lluvia de referencias que van desde la era victoriana pasando por Bob Fosse hasta el cine musical de los cincuenta y la música disco de los setenta conforman este collage extraño y espectacular que, sin embargo, poca trascendencia coreográfica demuestra, esforzándose siempre por ser una ópera. Otra cosa es Roaring Twenties.

Hay un fascinante paralelismo desde el título mismo de la propuesta, que se refiere a los “locos años veinte”, a los que nos remite la primera escena, donde un desmelenado grupo baila foxtrot, charleston y lindy hop en un ambiente distendido. Pero, a poco de comenzar, todo se oscurece y cambia el tono, la estética y la atmósfera. Entendemos entonces que los locos años veinte del título no son aquellos sino éstos desquiciados años veinte del siglo XXI, que ahora mismo vivimos con el desasosiego de pandemias, cambio climático y crisis existencial. No hay referencias obvias a estas problemáticas pero parece hacerse eco del pesimismo que nos producen, dejando eso sí, lugar para la esperanza.

Toda la coreografía está resuelta desde el derrumbamiento. Todo parece caerse, las sillas, las luces, una bailarina en concreto… todo desfallece y hay un único hombre que trata de impedirlo. Ese ser encarna quizá solidaridad y esperanza en un mundo oscuro que parece desplomarse. La danza cobra verdadera relevancia y protagonismo. Es un baile fluido y exigente, de gran precisión y belleza formal, que los magníficos intérpretes de la Danish Dance Theatre resuelven con gran solvencia física pero también con una importante carga emocional. La efusiva y emocionada reacción del público -en contraste con el frío recibimiento de antes a Los siete pecados capitales- pareció dar anoche su aprobación y empujón al estrellato a Pontus Lidberg, ya con todas las papeletas para convertirse en el nuevo sueco de moda.

ARTÍCULO RELACIONADO: PONTUS LIDBERG / CANAL CONNECT (susyq.es)

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