CIRCO EN BLANCO Y NEGRO
Finalmente llega a Madrid la compañía franco-catalana Baro D’Evel, que irrumpe en desde hoy y hasta el sábado en Matadero para presentar Là, una de sus obras más logradas. Lee más…
Texto_OMAR KHAN Foto_FRANCOIS PASSERINI
Madrid, 08 de junio de 2022
Una caja blanca es el escenario. No tiene entradas ni salidas, pero por una esquina, rompiendo la pared, aparece el zapato elegante de Blai Mateu Trias, que ingresa literalmente derribando muros como el presentador que invitará a escena a su compañera Camille Decourtye que, directamente atraviesa la pared, dejando un bocado que será clave para la iluminación de este deslumbrante espectáculo que es Là, en el que hay un tercer y decisivo participante, Gus, un simpático cuervo inteligente a juego con la rigurosa austeridad cromática de esta creación en blanco y negro de la compañía Baro D’Evel, que finalmente acerca hasta Madrid su propuesta de circo poético y danza inteligente, presentándose desde hoy y hasta el sábado en las Naves del Español Matadero.
Se pueden verificar en Baro D’Evel los alcances y posibilidades actuales del Nuevo Circo. Él es muy alto, ella es muy baja, y de esa característica tan de pareja cómica de circo sacan partido. Hay un cuervo amaestrado. Hay gags y hay también, a su manera, un personal “más difícil todavía” (ese crescendo de gemidos orgásmicos que parece no acabar). Dicho así, estamos ante un circo pero tiene Là una poesía que rara vez ocurre bajo la carpa de un espectáculo tradicional. La estructura dramatúrgica y la delicada manera de presentar las diversas situaciones son más bien del oficio coreográfico. Se identifica entonces la participación de María Muñoz y Pep Ramis, directores de la compañía catalana Mal Pelo, que prestan al espectáculo su asesoramiento y saber coreográfico pero también parte de su estética contemplativa.
Le realidad es que al final Là es mucho más que danza y mucho más que un circo. Es una propuesta muy personal en la que convergen con cierta naturalidad numerosas disciplinas. Circo y danza claro está, pues son demostrados bailarines, equilibristas y acróbatas, pájaro incluido, pero también música y ópera (ella es una soprano de altos vuelos, él también canta pero jugando graciosamente a su falta de virtuosismo), hay algo teatral en los discursos, y también algo de artes visuales en ese ingenioso truco en el que las blancas paredes se manchan de negro hasta terminar siendo una verdadera instalación plástica a la manera del expresionismo abstracto. Baro D’Evel empuja los límites del Nuevo Circo y los lleva a un terreno personal, que rompe con el carácter predecible del número circense al uso. Allí y en su disposición a la contaminación están las claves del éxito de su propuesta.
Y bueno… también está Gus. Es todo un acierto no haber caído en la tentación de otorgar protagonismo absoluto al pájaro, tan inteligente, tan buen actor. Él está allí, “baila” con ellos, es el tercer vértice necesario pero no es el centro ni el fin último de la propuesta. Protagoniza, eso sí, algunos de los momentos más bellos y sublimes de esta obra inclasificable. Vuela libre por el patio de butacas y tiene un saber estar que ya quisieran muchos intérpretes.
Là es buen ejemplo de la manera de entender el escenario que tienen Mateu Trías, catalán, y Camille Decourtye, francesa. Han puesto los cimientos de un lenguaje propio, acompañados por animales amaestrados, usados siempre de una forma muy poco convencional, que terminan por configurar un vocabulario poético propio y personal, que demuestra que aún es posible el circo con animales sin tener que torturarlos para que nos diviertan.