LA DURA BELLEZA DEL CAMPO
La Nova Galega de Danza llega a Madrid mañana con su espectáculo ‘Leira’, un canto a la tierra que podrá verse en el Centro Cultural Paco Rabal. De ello nos habla Jaime Pablo Díaz…
Texto_OMAR KHAN Fotos_XAN DOMÍNGUEZ
Madrid, 20 de mayo de 2022
“Yo es que me crié en una aldeíta en Ferrol y tengo unos recuerdos muy bonitos”, rememora hoy Jaime Pablo Díaz, el director de la Nova Galega de Danza, agrupación que mañana llega con su reciente creación Leira, al Centro Cultural Paco Rabal Palomeras Bajas de Vallecas, en el marco del Festival Madrid en Danza. “De pequeño bajaba a la playa por esos caminos de agua y barro, y me iba encontrando con gente del pueblo trabajando el campo, recogiendo la cosecha de patatas o lo que fuera, y me llamaba la atención cómo se apoyaban unos a otros. Pero cuando subía era ya al atardecer y aunque era el mismo paisaje, me quedaba bobo mirando ahora esos cuerpos a contraluz. Eran imágenes maravillosas y bellas pero también duras, porque esa gente llevaba trabajando de sol a sombra sin parar”.
Leira está hecha de recuerdos difusos que retratan con nitidez la dura belleza del campo. Es obra de tierra y labranza, una coreografía moderna sobre lo rural y lo ancestral, sobre lo telúrico y lo autóctono… pero es, desde luego, universalmente gallega. Evoca el costumbrismo y el folclor pero está hecha desde la fisicalidad y vitalidad de la danza contemporánea, que ha sido aportación del coreógrafo vasco Iker Gómez, co-creador invitado, de este fresco sobre la Galicia profunda.
“Todo el imaginario viene de mi infancia pero es cierto que investigué, busqué imágenes antiguas en las que se veía la dureza del trabajo, los movimientos que implica trabajar la tierra y saqué ideas para el vestuario. La iluminación importa mucho porque buscaba ese ámbar de mis recuerdos, esa luz que desaparece con la puesta de sol, que es una luz preciosa. Y si bien la música de Sergio Moure no es folclórica, tiene toques que te lo van a recordar. Llevamos música en directo: voz con la cantante Rosa Cedrón y chelo. Esto creo que es lo que hace que, al final, la obra no sea tan dura”.
Leira, que se hizo con dos premios Max el año pasado, el de Mejor Espectáculo de Danza y Mejor Bailarín, se estrenó casi coincidiendo con el estallido de la pandemia en el Teatro Rosalía de Castro, de A Coruña. Pasados confinamiento y padecimiento, se ha reactivado y ahora mismo sigue gira intensa por España junto a la nueva creación Credo, danza breve de media hora, que habla sobre los cruces de camino.
Dos décadas escénicas
“Originalmente empezamos el proyecto Vicente Colomar y yo en el maratón de danza que organizaba José Manuel Garrido en el Teatro de Madrid. Fue él quien nos dio la oportunidad de crear la compañía hace 19 años. Había mucha ilusión pero pasados unos años Vicente decidió dejarlo, un poco por esta lucha continua que significa tener una compañía y que siempre cuesta un mundo sacar una producción adelante. Y seguí solo”.
En ese momento, hace unos diez años, Jaime Pablo Díaz ya albergaba dudas sobre la viabilidad del proyecto si no daban un giro de timón. Estaban asentados como una compañía de neofolk pero volver siempre sobre lo folclórico no bastaba. “Yo le decía a Vicente que hacíamos cosas bonitas e interesantes pero siempre parecidas, y que lo que necesitábamos era invitar a otros coreógrafos que trajeran ideas, buscar en otro lugar. Mostrarles nuestra tradición y que ellos la miraran desde otra parte. Nosotros estábamos tan contaminados que éramos incapaces de ver pero si traes a un coreógrafo y le muestras lo que hacemos… se le abre la cabeza. Así que ese camino tomé”.
Muchas cosas han cambiado. En la estética, en la forma de abordar lo coreográfico, en la manera de conectarse desde hoy con ese mundo rural que parece de ayer. Los coreógrafos invitados han traídos sus mundos. Pero hay algo que permanece invariable. “Sigue siendo muy cuesta arriba”, se lamenta Jaime Pablo Díaz. “Es muy difícil, yo sigo porque al final es lo que he escogido, es lo que me gusta y lo que sé hacer. Es verdad que tenemos los premios, las giras y notamos el reconocimiento pero es muy duro llevar a una compañía así, sin apoyos… no se entiende que seamos una agrupación sólida con casi 20 años, que abrimos las puertas, que fuimos la primera en traer un premio Max a Galicia y que tengamos ayuda y apoyo de un supermercado pero no de la Xunta”.
En los inicios hubo oportunidad de erradicarse y emanciparse, salir de Galicia, donde hay tantos obstáculos para la danza, y desarrollar el proyecto en Madrid pero ellos se negaron. “Me acuerdo que José Manuel Garrido nos ofreció que viniéramos a Madrid y le dije que no. Lo que hacemos hay que hacerlo en Galicia, tenemos que crear allí porque nunca podremos sacar la esencia de lo que tenemos creando en otra parte”.
Universales desde lo más profundo y lo más local. Eso parece definir a la Nova Galega de Danza. No solamente a Díaz ni a los entusiastas coreógrafos que invita, sino a todo el equipo. “Los bailarines vienen un poco de todas partes. Unos salen del Conservatorio de A Coruña, otros se fueron a Madrid y al volver los cogí. Necesito que dominen clásico y contemporáneo, pero necesariamente tienen que tener esa parte de la danza tradicional. Eso no se puede obviar y cuesta porque no todos los bailarines en Galicia son así de completos”, concluye.
