¿ABUELA?... PERDONA, YO SOY BAILARINA
El Festival Sundance ha presentado la semana pasada el documental ‘Calendar Girls’, que retrata a un grupo de jubiladas de Florida que consagran sus vidas a la danza. Te lo contamos en detalle…
Texto_BEGOÑA DONAT
Madrid, 08 de febrero de 2022
Hace cuatro años, los directores de cine suecos Maria Loohufvud y Love Martinsen viajaron a Florida de vacaciones con sus dos hijos. El mayor tenía tres años entonces y sentía pasión por los coches, así que acudieron a un evento familiar en Cape Coral llamado Touch-a-Truck, donde los críos pueden curiosear en los vehículos que más les gustan. Durante el evento hubo un número musical protagonizado por un grupo de mujeres jubiladas ataviadas con plumas, cintas de colores, lentejuelas, brillantina, accesorios luminosos y pompones metalizados. La pareja de realizadores se asombró a sí misma por los prejuicios con los que apreciaron la actuación. La energía de las bailarinas era desbordante y contradecía cualquier estereotipo respecto a su edad.
“Esa noche nos estuvimos preguntando cómo podían desenvolverse a sus años con ese vigor, y ese prejuicio fue el que nos impulsó a rodar un documental. Tenemos que ponernos al día de cómo miramos a nuestros mayores. La imagen que tenemos de los jubilados está totalmente desconectada de la realidad”, explica Loohufvud.
Aquella misma noche llamaron a la directora de la formación, Katherine Shortlidge, para proponerle una película. El resultado se estrenó esta pasada semana en el Festival de Sundance, prestigioso encuentro cinematográfico de Utah, en Estados Unidos, y se titula como el colectivo retratado, Calendar Girls.
“Es un error hablar de la tercera edad como un solo grupo, ya que, como cualquier generación, está formada por individuos diferentes. Lo importante no era centrarse en la longevidad de las protagonistas sino en lo que hacen y por qué es importante para ellas”, expone Martinsen.
La formación está integrada por más de 30 voluntarias sénior radicadas en Florida, decididas a demostrar que la edad es solo un número. Para ellas no hay público pequeño. Ya sea una actuación en un centro de acogida de animales, en una recaudación de fondos para la iglesia o en un geriátrico, las Calendar Girls se entregan al baile.
Shortlidge es muy franca cuando recibe llamadas de aspirantes a unirse a su comunidad. “Recibimos muchas peticiones, pero muchas de las mujeres que se ponen en contacto con nosotras no son conscientes de las horas de dedicación. Es un gran compromiso de tiempo y entusiasmo, y sus familias han de saberlo. Si sus maridos no quieren que lo pasen bien, entonces no duran”.
La impulsora de esta iniciativa planifica al detalle y con un año de antelación las actividades de las chicas del calendario: los elaborados maquillajes, los disfraces hechos a mano, las minuciosas rutinas de baile… En total, practican 100 días al año y realizan entre 100 y 130 actuaciones. De modo que su actividad implica una dedicación mínima anual de 200 jornadas.
La tribu del baile
Los directores nórdicos entretejen las actuaciones y los preparativos con retratos íntimos de estas mujeres en todo su esplendor superados los 60.
Las dinámicas de género se plasman en la trama, con las dificultades para algunas de sus integrantes de empoderarse frente al estereotipo de la abuela y reclamar tiempo para ellas mismas en lugar de consagrarse a sus nietos.El número de ensayos y bolos se ve limitado en ocasiones por la presión que sufren algunas de las chicas por parte de sus familias.
También se reflexiona sobre la muerte y la enfermedad, con una secuencia de humor negro en la que cuatro de ellas hablan abiertamente de su ingreso futuro en una residencia, de diferentes modalidades de suicidio para evitar ser una molestia y de su sueño compartido de morir sobre el escenario, bailando.
Lo personal y lo cotidiano se alternan con secuencias de baile desarrolladas ex profeso para la película. “Nuestra primera idea fue usar la danza no solo para contar la historia, sino también para que expresaran sus emociones”, comenta Martinsen.
A lo largo del metraje se incorporan coreografías ensoñadoras filmadas en los hogares de las protagonistas, así como números corales, entre los que destaca uno rodado en el parking ubicado detrás del centro donde ensayan. En esta secuencia se potencia el movimiento en la recogida y el traslado de accesorios tras una actuación y las participantes se sirven de las puertas del vehículo para darle organicidad y ritmo de percusión a la danza.
“El documental tenía que ser tan colorido como las Calendar Girls, y el baile es una manera excelente de mostrar emociones. A veces puedes decir mucho con un movimiento en lugar de filmarlas sentadas y conversando”, observa Loohufvud.
Desde la eclosión de la pandemia, la actividad de sus integrantes se ha reducido, pero lo justo y necesario para reincorporarse a su entusiasta trajín. “Estuvimos dos meses ensayando online durante el confinamiento, pero luego nos dimos cuenta de que podíamos seguir practicando en el exterior, en el parque, manteniendo la distancia de seguridad. Dejamos de actuar durante varios meses, pero como tenemos la suerte de vivir en Florida, donde hay sol y las temperaturas son cálidas todo el año, lo retomamos al aire libre, por ejemplo, fuera de las residencias de ancianos”, ha revelado Shortlidge en un encuentro virtual durante el festival de Utah.
Calendar Girls es una celebración camp de la arruga, la bolsa y la carne flácida, que reconoce las luchas que sus protagonistas han enfrentado en el proceso de asunción de sus identidades. La cámara refleja el orgullo y el respeto que sienten por sus cuerpos estas mujeres que se han negado a volverse invisibles. Pero la película es, sobre todo, un recordatorio optimista de la importancia de tener una tribu que te anima a bailar a cualquier edad.
