CHRISTIAN RIZZO OTORGA SERENIDAD AL HIP HOP
El coreógrafo francés triunfó ayer en el Festival de Montpellier con el emotivo solo En son lieu. Allí estuvimos y así te lo contamos…
Texto_OMAR KHAN Foto_MARC DOMAGE
Montpellier (Francia), 6 de julio de 2021
El coreógrafo francés Christian Rizzo, director del Centro Coreográfico de Montpellier, parecía haber abandonado la creación de solos, que dejó de hacer en 2012, a favor de piezas con elencos numerosos como D’à côté o Une maison, con 14 bailarines de edades entre 20 y 60 años. Con ambas creaciones visitó el Mercat de les Flors de Barcelona que, de hecho, fue coproductor de la segunda. Pero ayer por la tarde, en el marco de del Festival Montpellier Danse, volvió a la práctica de poner un único bailarín en escena, en el estreno de la muy elegante En son lieu.
Hay mucha fascinación entre los creadores de la danza francesa por incorporar con toda naturalidad breakers en sus producciones. No obstante, Christian Rizzo no es uno de ellos aunque su nueva propuesta haya sido diseñada a la medida de Nicolas Fayol, bello bailarín de hip hop. Queda claro desde el inicio, con el intérprete entrando cauteloso al escenario con un ramo de flores, que no es el breakdance lo que interesa a Rizzo, a pesar de que no obliga ni reconduce a su bailarín a hacer otra cosa que no sea hip hop.
Viejo rockero y artista plástico antes que coreógrafo -profesión tardía que inició en los años noventa-, Rizzo sigue dando gran relevancia al espacio, convertido aquí en una instalación plástica preciosamente iluminada y bañada de humo como niebla de carretera, que es algo más que el marco en el que se desenvuelve el bailarín, que va sembrando ese espacio blanco con trípodes gigantes como antenas que cobran protagonismo invasivo, limitando cada vez más la danza.
En son lieu transcurre ceremoniosa como un ritual. Rizzo dota al hip hop, sin traicionarlo, de una serenidad que usualmente no tiene. Lo ralentiza, lo embellece, le otorga una suavidad y delicadeza a contracorriente de su usual rudeza desafiante, que Fayol sabe conducir y controlar. Es como si le arrebatara asideros al breakdance, como si lo despojara de su naturaleza urbana y se lo llevara al campo, al mundo rural, que son las referencias de esta obra urbanita. Las botas de goma, los faroles y los cencerros con sus sonidos de vacas a campo abierto establecen una comunión (y entendimiento posible) entre lo urbano y lo rural, entre un extremo y otro, que es el principal hallazgo de esta coreografía serena y relajante, que ayer fue aplaudida a rabiar en el Studio Bagouet del Centro Coreográfico de Montpellier.