ULISES CARIBEÑO
El adolescente Alexis Valdés es uno de esos fenómenos salidos del ballet cubano. El documental Cuban Dancer llegará al Docs Barcelona para contar su historia de heroísmo. Así lo hemos visto…
Texto_BEGOÑA DONAT
Madrid, 30 de abril de 2021
El viaje del héroe es una estructura clásica de narración que hunde sus raíces en la Antigua Grecia. La odisea arranca con una llamada a la aventura, se puntúa con no pocos obstáculos y concluye con una vuelta feliz al hogar. En el periplo, el protagonista realiza un aprendizaje de vida que le aporta seguridad y madurez. En su travesía, el personaje ha cambiado para siempre. El Ulises del documental Cuban Dancer se llama Alexis Valdés y es un bailarín de 15 años con un carisma, una disciplina y un talento que lo han hecho destacar en la Escuela Nacional de Ballet de Cuba.
Tras su paso por el festival suizo Visions du Réel, este próximo 18 de mayo se estrena online en Filmin y el 26, en el CCCB, en el contexto del Docs Barcelona. Con motivo del Día Mundial de la Danza, ayer llegó a las pantallas italianas. La película, galardonada en Miami y San Francisco, acompaña al adolescente en una senda vital de cuatro años, desde 2015 hasta 2019, desde su Habana natal hasta el acceso como aprendiz en la compañía en la que siempre soñó bailar, el San Francisco Ballet.
Las primeras secuencias nos muestran a un Valdés ilusionado, que pasa los días ensayando chassé y entrechat con su primer amor y pareja de baile Yelenia, pero su cotidianeidad salta por los aires cuando sus padres deciden mudarse a Florida. Hace tiempo que en la familia pesa la ausencia de la hija mayor, emigrada cuatro años atrás.
“Nos marchamos para reencontrarnos con una persona, pero dejamos a 100 atrás”, lamenta el chaval durante su espera en el aeropuerto.
Lejos quedan su hogar, sus amigos, sus familiares y su novia. En el horizonte, un país donde no conoce el idioma y el estilo de baile es completamente diferente al que aprendió.
Poética de la despedida
La película toma el ballet como telón de fondo para hablar de la inmigración de la isla a Estados Unidos. “Si la danza es el lenguaje secreto del alma, la danza cubana revela el sentimiento de un pueblo en constante dialéctica con su propia identidad. Ser cubano es vivir un conflicto irremediable: el amor visceral por la isla y la necesidad de muchos de abandonarla. La despedida, el adiós, se han vuelto cotidianos en Cuba. El arte se nutre así, de esta poética de la despedida”, detallaba en Visions du Réel el director del filme, Roberto Salinas.
El ballet en el país insular no es sólo un arte del pueblo y para el pueblo, que siente una identificación masiva con su práctica, sino una guía moral. “Eso cambia cuando Alexis llega a EE.UU. y accede a la prestigiosa escuela HARID Conservatory, en Boca Ratón, donde sus compañeros y sus maestros vienen de otro mundo, burgués, donde no han experimentado las mismas dificultades que afronta él ni los sacrificios que han de asumir sus padres”, distingue el cineasta, quien advierte que la película no cae en una mirada panfletaria, sino que distingue los aspectos positivos y negativos de ambas sociedades para el crecimiento personal y profesional de los bailarines cubanos.
El documental, de hecho, pinta un fresco de dos américas distintas, la de la generación de los progenitores de Valdés, que hallan trabajo en una fábrica propiedad de compatriotas también emigrados y, como sintetiza Salinas, “no salen del gueto de la comunidad cubana”, y el de los jóvenes, cuya integración es de otra naturaleza. “Alexis siente una fuerte responsabilidad del trabajo, pero fácilmente agarra el inglés y entiende la sociedad, al tiempo que trata de ser fiel a sus raíces”.
Las peripecias vitales del joven bailarín se intercalan con coreografías desarrolladas ex profeso por la coautora y coreógrafa cubana Laura Domingo, quien ya había trabajado con Valdés durante su tiempo como mentora en la Escuela Nacional. “Tiene una luz, una expresividad y una fuerza que sobresalen. Una vez nos enteramos de su contexto y de la posibilidad de que viajara para reunificar a su familia, tuvimos claro que iba a ser nuestro protagonista”, explica el realizador, que es de nacionalidad nicaragüense e italiana.
Acosta en el retrovisor
Aunque nunca se nombra, la figura de Carlos Acosta sobrevuela todo el filme. Al espectador le resulta inevitable trazar paralelismos entre el primer bailarín negro en interpretar al protagonista de Romeo y Julieta y la estrella incipiente que pugna por hacerse un hueco en EE.UU.
“Es un referente interesante, porque plasma el tipo de apego que sienten los cubanos por la isla y la nostalgia de volver”, observaba Salinas en Visions du Réel.
Después de 28 años de exitosa trayectoria, Acosta se halla afincado en La Habana, donde asumió el timón de una compañía y una escuela de danza propias. Si Valdés toca el cielo de su profesión y desea devolver a su tierra lo aprendido durante la adolescencia, el futuro dirá. Hoy por hoy, brega por hacerse un hueco en la élite de la danza de su país de acogida.
“Ser cubano ya es ser un guerrero. Tenemos la lucha en nuestra sangre. No rendirse es algo muy característico de los míos. ¿Quién soy yo? Un bailarín cubano”, resume con aplomo al final del filme.
